jueves, 10 de agosto de 2017

Por qué el «Caso Pujol» no ha servido para desmontar el «soufflé soberanista»

La esperanza que suscitó entre el unionismo el estallido del «Caso Pujol», y su bajo impacto para desmovilizar el soberanismo, creo que es otro ejemplo de proyección de la sombra Ámbar del unionismo, esto es: un mapa oculto que está actuando en la conciencia pero que no se ve.
No vamos a analizar aquí los pormenores del caso, puesto que han sido sobradamente detallados en otros sitios. Solamente quiero destacar que, si el Estado tuvo que recurrir hasta las cloacas es porque pensó que el fin justificaba los medios. En otras palabras, un Bien indiscutible de la conciencia Ámbar -la unidad de España- justifica conculcar unos derechos y garantías democráticas propias del siguiente estado, el Naranja. Que se recurriera a las cloacas y la guerra sucia demuestra pues que el nivel Naranja -democracia, derechos individuales, etc- no está bien consolidado en España. Como le dijo un alto cargo del gobierno a la nuera despechada de Pujol “tu testimonio puede salvar España”, eso era lo más importante: la salvación de España. (La verdad es que encuentro sumamente divertidos esos episodios vodevilescos. Nos hace falta un Valle-Inclán para el s.XXI😀).
Hemos dicho que en la conciencia Ámbar el bien se transmite de arriba a abajo, cada persona ocupa su lugar asignado en la escala social y debe hacer lo que le toca: los de arriba a mandar y los de abajo a obedecer. Por eso es un un estado que se le llama conformista y la obediencia es un valor fundamental, ya que la cohesión y seguridad que ofrece se fundamenta en una distinción clara y sin componendas entre el Bien y el Mal. También es un estado etnocéntrico, el primero que pasa del “yo” al “nosotros”. Si ésta es la estructura de conciencia que está funcionando en el sujeto, es así como se ve el mundo, y por eso es tan fácil proyectarla sobre los demás, sobre todo cuando “el otro” se adhiere a un Bien diferente al compartido por mi grupo, puesto que es mi grupo quien tiene el monopolio del Bien, de ahí la la fácil acusación de “adoctrinado” contra “el otro” que analizamos en el último post. En Ámbar, la comunidad debe permanecer cohesionada tanto frente al enemigo exterior como al enemigo interior, el Mal es real y aguarda su oportunidad para atacar.
El unionismo Ámbar no se ve a si mismo como “nacionalista” puesto que su Bien es natural, lógico e indiscutible (y más con su confusión entre nación y Estado). El “nacionalista” siempre es el otro, en nuestro caso, el burgués taimado que construye una comunidad imaginada apelando a los bajos sentimientos para alienar a las clases populares haciéndoles creer que comparten intereses comunes, y que también comparten un enemigo común (en este caso “lo español”) frente al cual hay que cohesionarse. Esta caricatura no solamente se puede encontrar en un catecismo marxista, también en los catecismos falangistas, ambos expresión de Ámbar insano. En otras palabras, el “nacionalista” periférico es un falso que, con la llegada de la democracia en el 1978, hay que tolerar y sobrellevar porque en democracia no está bien reprimir. Sin embargo el Ámbar tiene bien claro cual es el Bien verdadero, y no lo confunde con la falsedad.
De ahí el gran alborozo que suscitó entre los jerarcas del unionismo Ámbar el acceso a las pruebas de los desmanes de los Pujol. No se trataba meramente de pillar a un delincuente, sinó exponer el símbolo de la falsedad de esa doctrina nacionalista que desde hace 4 décadas está cuestionando ese Bien Ámbar de la unidad de España. Vemos de nuevo la proyección de su mapa oculto que explicamos en el último post: se daba por hecho que el adoctrinamiento viene de arriba a abajo, porque eso es lo que ve la conciencia Ámbar. Si se pillaba al de arriba, el soufflé se venia abajo.
Supongo que para los catalanistas Ámbar sí que resultó un mazazo el descubrir la catadura del personaje. Pero como mantengo en mi tesis, el grueso del soberanismo no se encuentra en el nacionalismo Ámbar (donde sí está el unionismo español mayoritario), sinó en demanda Naranja de racionalidad y eficacia. Por eso, a pesar de tanto ruido mediático, el soberanismo ha seguido adelante con su plan Naranja-Verde. El cacareado souflé no se ha venido abajo, y a la conciencia Ámbar se le acaba su batería de proyecciones para evitar el dolor de mirarse a si misma ("proceso de desidentificación" en jerga Integral), dolor que confunde con el dolor de la “ruptura de España”.