En mi tesis he
defendido que el conflicto entre el soberanismo catalán y el unionismo español
se explica porque ambos se encuentran en altitudes diferentes. El centro de gravedad del unionismo español
es Azul/Ámbar, y éxito actual del
soberanismo catalán se basa en que ha desplazado su centro de gravedad desde Verde (ahí todavía se encuentra mucha
de su munición intelectual) hasta Naranja,
con su propuesta de un Estado más eficiente y más justo. Desde estas diferentes
alturas –como explica la Teoría Integral para los niveles de primer grado-
ninguna puede reconocer a la otra, se rechazan entre sí y el conflicto se
muestra irreconciliable.
Cuando lancé este
blog, en los grupos de Facebook dedicados a la Teoría Integral, desde
posiciones unionistas se criticaba el soberanismo como algo “etnocéntrico”.
Para mi esto confirmaba mi tesis que, desde el nivel Azul/Ámbar mítico-pertenencia, cualquier cuestionamiento de su
visión (en este caso, unionista) se reinterpretaba como una regresión
etnocéntrica casi de nivel Rojo,
puesto que desde Azul no se puede ver los niveles Naranja (tecnico-racional), Verde
(sensible-pluralista) y los demás que tiene por encima. Con lo cual yo acusaba
a los unionistas de etnocentrismo Azul, y ellos me devolvían exactamente la
misma acusación de etnocentrismo.
En esta
interesante discusión se planteó que el holón España trasciende e incluye el
holón catalán. Es decir, la secuencia cada vez más abarcadora sería
Catalunya-España-Europa-Mundo. Joan Umbert Font, desde una posición soberanista
replicó que la propuesta soberanista és Catalunya-Europa-Mundo.
La Teoria Integral
define un holón como un todo que
forma parte de otro todo mayor. Ken Wilber tomó este concepto de Arthur
Koelster. El ejemplo que suele poner es que un átomo es un todo en si mismo,
pero queda trascendido e incluido en una molécula, que és otro holón que queda
trascendido e incluido en una célula, y así... La Teoría Integral también habla
de holones individuales y holones sociales, que son los que aquí tratamos;
éstos cuentan con una conciencia intersubjetiva y un modo de discurso dominante
en el “nosotros”.
Para los
unionistas –sin tener en cuenta ahora a qué altura de la espiral se encuentren,
Azul, Naranja, Verde, o más…- lo natural
es que el holón Catalunya quede incluído y trascendido en el holón superior de
España, y ésta queda trascendida e incluída en el holón superior de Europa, y
así hasta llegar a una inclusión mundicéntrica o, como propugna la Teoría
Integral, hasta kosmocéntrica. La réplica soberanista a este planteamiento es
que el holón España no ha sabido/podido
trascender e incluir el holón Catalunya. En lugar de incluirlo, lo niega. Por
eso ahora se plantea la secesión
Esta afirmación
de que el holón España no incluye el holón Catalunya sorprende a los unionistas
de buena fe ¿no somos todos iguales en España? ¿No cabemos todos juntos? ¿No
podemos convivir unidos?
La Teoría
Integral sostiene que en el proceso de trascendencia e inclusión en un todo
mayor hay una renuncia, una muerte, a la identificación con el estadio previo.
Este estadio previo queda incluido dentro de un todo mayor. Cada vez que emerge
un nuevo holón, se renuncia a algo del estadio previo porque se gana una
amplitud mayor. En lo que la Teoría Integral denomina el cuadrante inferior
derecho –la sociedad- se evoluciona de la tribu, nivel Magenta/Púrpura, al imperio feudal, nivel Rojo, a las naciones antiguas, de nivel Azul/Ámbar, a los
Estados corporativos (democracia capitalista), de nivel Naranja, a las comunidades de valor o el Estado social, de nivel Verde, y de ahí, ya en el segundo grado
de la Espiral, a las comunas integrales y los meshworks holísticos. Sin tanta
complejidad, es fácil de entender que, por ejemplo, pertenecer a un holón
superior como la Unión Europea comporta una renuncia a ciertas prerogativas del
Estado-Nación como la de emitir moneda nacional. Esta negación, esta renuncia
es el paso necesario para acceder a un nivel superior de más complejidad y más
fortaleza.
Desde el
soberanismo se percibe que el holón España exige una renuncia demasiado grande
al holón Catalunya para que éste quede integrado: “no se nos deja ser lo que somos”. En otros tiempos, cuando “La gran transformación” de la que habla Karl Polanyi comportó la anulación de las
diversas formas de cultura popular en aras un mercado nacional dirigido por el
Estado-nación, este contaba con potentes instrumentos coercitivos para llevar a
cabo su misión. En la Europa del sXXI algunos de estos métodos de coerción, la
violencia del Estado para un bien superior, ya no sirven, aunque todavía se invoquen desde ciertos medios unionistas.
En artículos
previos hemos tratado de explorar la sombra
colectiva de España y Catalunya, y como ambos se han necesitado para
proyectarla sobre el otro. En concreto hablé de la sombra de los más fervientes
unionistas, que cuanto más han luchado por mantener lo que llaman “la unidad de
España”, más reforzado ha salido el soberanismo. En otro artículo hablamos de la sombra victimista del catalanismo, que hace que las agresiones a Catalunya
(en mi opinión las hay –aunque la tensión sea algo consustancial a cualquier
relación humana) queden investidas con una patina de resentimiento más cobardía
que anula su solución constructiva. El agresor, ante la actitud victimista,
responde con desdén minimizándolas, con lo cual tampoco se hace consciente de
la magnitud de sus actos. No voy a detallar estas agresiones porque están bien
explicadas en numerosos sites para quien de verdad tenga curiosidad. El
problema de la mayoría de unionistas es que son monolingües, no les resulta
fácil comprender la complejidad de lo que ellos llaman España, y suelen
confundir su “amor a España”, que es innegable, con la comprensión de lo que España es; como si una cosa correlacionara con la otra.
Lo que por el
lado catalán se percibe como agresión (por ej. la ley Wert, las balanzas
fiscales, etc.), desde el lado unionista se percibe como la coerción necesaria
para una unión superior beneficiosa para todos, catalanes incluidos. En jerga
integral: el holón catalán queda trascendido e incluido en el holón superior
español. Sin embargo, la Teoría Integral también habla de las patologías en los
diferentes niveles de la Espiral. Y una de las patologías en el crecimiento se da cuando en lugar de incluir para
trascender, se niega para trascender.
Un ejemplo que se
suele poner en el holón individual, muy diferente de la política, es del
“Complejo de Edipo” en el crecimiento psicológico según la teoría de Freud.
Después de la fase anal, en que el cuerpo queda subsumido en lo
emocional-sexual, con lo cual el niño controla sus esfínteres para complacer a
los padres, en la siguiente fase lo emocional-sexual debe quedar subsumido bajo lo mental: el niño supera el Complejo de Edipo cuando renuncia a su madre como objeto libidinal y la reconoce como madre. Si esta integración y trascendencia del objeto libidinal falla, aparece la neurosis en el sentido
freudiano clásico: el sujeto se ha quedado fijado o bien ha negado algun
aspecto de lo emocional-sexual, no lo ha podido trascender y, al quedarse en el
inconsciente (la sombra), actua desde ahí sin que el sujeto se de cuenta. Ésta
és la patología que suelen abordar la mayoría de las psicoterapias, las
psicoanalíticas y muchas otras: reintegrar en un self maduro los aspectos
escindidos, disociados o negados de lo emocional-sexual. (la Teoría Integral reconoce patologías en cada nivel de desarrollo, solamente hemos tomado como ejemplo la de este nivel por ser muy popular).
Volviendo pues al
desencuentro entre Catalunya y España, podemos decir que el holón catalán se
siente negado. Si repasamos la blogosfera y los media podemos leer la “conversión”
al soberanismo de muchos políticos, intelectuales y académicos –además de la
gente de a pie, que lleva años de manifestaciones masivas- que hasta hace poco
creían que era posible la convivencia y la integración de Catalunya dentro de
España. Que el mainstream español no haya sabido comprender ni calibrar esta
demanda catalana en mi opinión tiene que ver con la sombra de España que no le ha permitido percibir verdaderamente
el fundamento sobre el que se edifica lo que ellos llaman “la nación española”.
Por lo tanto, el proyecto soberanista de escisión ha puesto la directa y no
será fácil detenerlo.