Un millón de votantes de Podemos, el partido más Verde, no han ido a
votar. Mientras tanto los disciplinados votantes Ámbar/Azul cumplen
con su deber tal como les dicta su conciencia (mantener el orden y la
unidad nacional de la patria), y votan al PP a pesar de los palmarios
escándalos y latrocinios de sus representantes políticos.
A la espera de los análisis que se hagan de la debacle de Podemos,
adelanto la hipótesis que el votante Verde se ha quedado en su casa
sin votar a los que mejor podían representarlo, la coalición Unidos
Podemos, por lo que caracteriza la versión insana del nivel de
conciencia Verde: instalarse en la queja, el victimismo y la
desconfianza a todo poder,.
Así se ratifica el mecanismo de la profecía autocumplida: los
políticos y los que tienen poder son intrínsecamente perversos (a
diferencia de mi, que como me paso el día criticándolos y
quejándome de lo malos que son, con eso demuestro que estoy en el
lado de los buenos). Así con mi acción política permito que gane
de nuevo esa derecha con su desvergonzado historial, con lo cual mi
ego Verde se verá reconfortado para poder continuar quejándome y
cargarme de más razón en mis despotriques contra los políticos
corruptos y mentirosos que nos gobiernan. El narcisismo como práctica
política.
El problema es que la estructura Ámbar/Azul que ha ganado gracias a
esa paradoja Verde, se ve sobrepasada para gobernar la complejidad en
la que estamos instalados, con lo cual refuerza su veta autoritaria
(y corrupta), el Ámbar/Azul insano. Por otro lado la ingenuidad
verde, con ese exacerbado narcisismo de sus votantes, todavía es
más impotente para alcanzar el gobierno. Parece que entramos en un
periodo en que la evolución, desde el nivel del gobierno (no en la
cultura y la academia, donde lo Verde sí tiene poder) tendrá que
venir de los aspectos sanos de Ámbar y Naranja, pues lo Verde ha
certificado su fracaso y su impotencia en estas elecciones, a pesar
de la esperanza que había suscitado