miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿A donde "va" Catalunya si consigue la "independencia"?

Hace unas semanas me encontré con un conocido, viejo militante de la causa independentista (no hay tantos de estos, la mayoría se ha hecho independentista últimamente). Le conté que acababa de empezar un blog sobre el tema soberanista aplicando la Teoría Integral.
-Ah. Parece muy interesante lo que me cuentas
-Lo estoy escribiendo en castellano
-¿Y por qué lo escribes en castellano? [él sabe que yo simpatizo con la causa soberanista y colaboro con iniciativas culturales catalanistas]
-No tengo tanto interés en convecer a los convencidos (del soberanismo) como en llegar a muchos otros que no entienden o malinterpretan lo que está pasando
- ¡Tú escribiendo en castellano!
-Pues claro. En función de lo que me interesa uso la lengua que me convenga
Entonces me replicó entre risas con sorna: “No, si al final nos independizaremos y nos vamos a encontrar con el mismo país que teníamos antes
Me pareció una respuesta ingeniosa que tiene mucha miga. Refleja muy bien una sombra del soberanismo. Hay un soberanismo Azul/Ámbar que rechaza lo español. Tiene un fuerte componente romántico, de la ancestral Catalunya incontaminada por la opresión española. Por supuesto, desde el lado unionista se replica: “aunque no querais, aunque lo negueis, sois españoles”. Con lo cual, este romanticismo soberanista insiste con más vehemencia en asociar “lo peor” (corrupción, chanchullos, incompetencia, prepotencia, autoritarismo y hasta fascismo) con “lo español”. Hay que mantener la máxima distancia posible con semejante calamidad. Los hashtag “marxem , mejor vecinos” refleja bien esta mentalidad, además con twits que tienen bastante sentido del humor.
El mecanismo de proyección, esto es, atribuir “al otro” algo propio que no puedo ver en mi porque me resulta desagradable (la sombra), funciona de manera muy inteligente. Cuando acuso “al otro” de algo, habitualmente la inculpación tiene fundamento. Es fácil encontrar pruebas que sostengan la acusación contra ese otro. Lo verdaderamente difícil es ver ese defecto equivalente en uno mismo. Y cuanto menos lo veo en mi mismo, con más vehemencia acuso a los otros.
A veces observo una buena carga de romanticismo en el soberanismo: “nos separamos de España y así nos libraremos de todo lo malo que padecemos en política por no disponer de Estado propio”. Por supuesto hay muchas pruebas que avalan la tesis que el Estado español no sirve a los intereses de Catalunya. Sin embargo parece que se esté repitiendo como un espejo la vieja mitología del Estado-nación, que es donde se halla atrapado ese unionismo incapaz de ofrecer al soberanismo una respuesta que no sea la amenza.
Repito la perogullada de que vivimos en una sociedad global. Esto quiere decir que los problemas políticos verdaderos son globales: cambio climático, migraciones masivas, globalización económica, etc. Los estados-nacion de los últimos siglos no sirven para dar una respuesta eficaz a esos problemas. Ni el Estado español, ni el futuro Estado catalán. A solas no pueden, por eso se articulan las unidades políticas supraestatales como la UE, la ONU, el FMI o la OMC. Las dos últimas completamente antidemocráticas; sus decisiones afectan a millones de personas pero no rinden cuentas.
Si el proceso acaba tal como pretende el soberanismo, al final de la carrera nos encontraremos que la Generalitat, como Estado, tendrá su ministerio de exteriores, de hacienda y de defensa, de los que ahora carece. Seamos “independientes” o no, los catalanes continuaremos sometidos al FMI y demás entidades supraestatales. En el post anterior hablamos de la diferencia entre nación y Estado. En la jerga integral, la primera pertenece a lo colectivo interno y el segundo a lo colectivo externo. Se puede analizar objetivamente que competencias debe tener el Estado y por donde cede soberanía (hacia arriba, por ejemplo, con la moneda común).
Las pasiones que levanta el proceso soberanista no vienen por esta cuestión objetiva del Estado, de como se reestructran sus competencias, sinó por el tema de la Nación. Ahí está la sombra colectiva que enciende las pasiones ante la “rotura de España” o la “independència i llibertat” de Catalunya. En siglos anteriores conllevó masacres y guerras civiles.
El debate sobre el Estado, como se ha visto en el referendum escocés, se puede hacer con bastante objetividad: poniendo las cifras sobre la mesa y discutiendo cual será la mejor opción. El debate sobre la nación es un wicked problem que no tiene solución desde la altura Azul/Ámbar mítico-pertenencia.
Las ilusiones de que con un nuevo Estado nos vamos a librar del “mal” pueden dar fuerza emocional al proceso político –como la está dando a sus oponentes, si observamos su agresividad contra los que “pretenden romper España”. Sin embargo Catalunya es como es, con su variedad de gentes y de idiomas, con su cuota de corruptos, con su impotencia –como cualquier otro país- para enfrentar a solas los desafíos de la sociedad global. En otras palabras, después de la “independencia” los problemas van a ser casi los mismos. Por eso me pareció que la sorna de mi amigo con que “nos vamos a encontrar con un país igual, después de independizarnos” era más acertada de lo que él pensaba. Aún así, a pesar de ese esfuerzo tan descomunal para un cambio tan pequeño, tal como se está llevando este proceso soberanista, pienso que es un movimiento más evolutivo que el unionismo vigente, regresivo y anclado en Azul/Ámbar.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Nación y Estado

Desde este blog no pretendemos ampliar los análisis sobre el tema de la nación y el Estado, puesto que ya cuenta con una bibliografía importante. Para acotar este tema confuso me serviré de estas definiciones del diccionario de la RAE:

Nación

3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.

Estado

5. m. Conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano.
Desde el catalanismo, y más ahora con el soberanismo, siempre se ha diferenciado entre nación –catalana- con su lengua propia, su historia, indiosincrasia etc,- y Estado –español- estructura jurídica que gobierna al pueblo. Desde el lado unionista se habla de la nación española, algunos historiadores la remontan a la hispania romana, otros a la Reconquista, otros al matrimonio de los Reyes Católicos... la cuestión es que consideran España una nación que engloba diversos pueblos, regiones, etc.
La Teoría Integral habla de realidades individuales y colectivas, y también interiores y exteriores (objetivas). Esto nos proporciona lo que denomina los cuatro cuadrantes
Desde ese mapa podemos situar a la nación dentro del cuadrante inferior izquierdo y al Estado en el inferior derecho. El inferior izquierdo se refiere a que todo yo (superior derecho) forma parte de un “nosotros”, una conciencia grupal intersubjetiva, en un sentido más amplio, una cultura. El “nosotros” también tiene una faceta exterior en el inferior derecho, una dimensión social con formas de conducta exterior que se pueden estudiar objetivamente con ciencias como el derecho, la sociología y más. La visión evolutiva de la Teoría Integral dice que el inferior izquierdo, la cultura, el “nosotros” se expande desde lo egocéntrico (“yo”) a lo etnocéntrico (“nosotros”) a lo mundicéntrico (“todos nosotros”). Esta expansión de la conciencia grupal facilita la expansión de los sistemas sociales del cuadrante inferior derecho: de los grupos tribales a las naciones y de ahí a los sistemas globales.
El proceso soberanista está levantando grandes pasiones entre sus partidarios y sus detractores. Por eso sostenemos que en esta controversia hay todavía activa una gran sombra colectiva. La sombra se refiere a las partes del yo –personal o colectivo- que no se han hecho conscientes porque llevaría a la desagradable experiencia de ver que el yo real no coincide con la imagen del yo construido. Cuanto más ideal y fantástica es la imagen que se erige de si mismo, con más ahinco luchará para evitar los sentimientos de desengaño, decepción o cosas peores que surgirían al romperse esa imagen. La psicología estudia los mecanismos de defensa –proyección, negación, racionalización…- que usa el sujeto para no tener que tomar contacto con esos aspectos dolorosos que la sombra inconsciente trata de ponerle delante.
Estos mecanismos de defensa también se dan en el sujeto colectivo. La proyección es de los más típicos en política: “vosotros sois los malos, violentos, corruptos, ladrones…” –y cuanta más violencia o codícia no reconocida tenga en mi mismo, con más pasión necesitaré denunciar a los violentos o codiciosos que encuentre enfrente mío. El grado de proyecciones que está generando el proceso soberanista me deja asombrado, si tuviera más tiempo podría dedicarle una sección diaria.
Según la Teoría Integral, el Estado es un tema colectivo exterior, objetivo. Lo que viene a proponer el soberanismo es una reorganización del Estado para que el gobierno de Catalunya tenga su propio ministerio de exteriores, defensa, hacienda y competencias exclusivas en los que ya tiene, subsumido bajo la Unión Europea. Este proceso político será viable o no, lo veremos los próximos meses. ¿Por qué tanta pasión por ambos lados? La pasión viene por el lado de la nación, no del Estado. ¿Qué es una nación? ¿España es una nación? “No. Lo es Catalunya” responden unos. ¿Catalunya es una nación? “No. Lo es España” responden los otros.
La conciencia etnocéntrica Azul/Ámbar se identifica con “mi grupo”. Negarle esa identidad es una experiencia terrible. Esa identidad etnocéntrica se puede negar e incluso aniquilar por la fuerza, como se ha visto tantas veces en la historia: “Convertiros a nuestra religión u os cortaremos el cuello por infieles” “No sois tibetanos, sois chinos” “no sois saharauis, sois marroquíes…”. Esa identidad también puede quedar negada no por un acto de fuerza sinó porque se resquebraja la imagen que uno había construido y con la que se identificaba. Esto es lo que hacía Sócrates con sus interlocutores, que los dejaba descolocados; O Jesús con los más “buenos y puros”, los fariseos. En lo colectivo, se dice que a los EEUU se les rompió su autoimagen de “los mejores”  en los 60 con el asesinato de Kennedy y con sus atrocidades televisadas de la guerra del VietNam. Sea por un acto de fuerza externa, o sea por una evolución interna, la rotura de la imagen con la que se ha construido la identidad es una experiencia dolorosa, y se invierte mucha energía para evitar tal experiencia. La jerga integral llama “desidentificación” a este proceso de evolución interna, previo al trascender e incluir en un estadio evolutivo superior.
Los partidarios de la “Nación Española” evocan los siglos de esfuerzo que ha conllevado construirla. Creo que tienen toda la razón, y por ahí se puede entender su pasión en defenderla y su angustia ante la amenaza de su rotura. Sin embargo no recogen para nada que esos “siglos de esfuerzo para construirla” incluyen un pasado de violencia, de crimen y de negación de lo diferente que tiene poco parangón en la historia europea, a pesar del historial sangriento con el que también se construyeron otras naciones europeas. El esfuerzo y la energía por negar ese pasado criminal es descomunal. De ahí también la infatigable tarea de proyección. Cuando hace un par de años el proceso soberanista cogió vuelo, el asombro de los medios unionistas fue tal que al principio sólo supieron calificar los soberanistas de “locos” o “nazis” para arriba. Curiosamente, esos partidarios de la Nación Española se denominan a si mismos no-nacionalistas, puesto que consideran que el “nacionalismo” es algo malo (cosa de nazis) y, por tanto, sólo “los otros” (vascos, catalanes…) son nacionalistas, los que desafían la Nación (-Estado) español. Es un buen ejemplo de proyección. Lo grave es que mientras se lanzan las proyecciones “al otro”, el diálogo para llegar a acuerdos se vuelve muy difícil, y aún se vuelve más dificil cuando cuando las propuestas nacen desde diferentes niveles de conciencia: Azul/Ámbar, Naranja o Verde, que no saben reconocerse entre sí, tal como escribe Ken Wilber en el texto reproducido arriba a la derecha.