miércoles, 13 de agosto de 2014

La sombra del catalanismo. El victimismo


El concepto de sombra, una aportación de C. G. Jung, se refiere a las partes de uno mismo que no reconoce al haberse disociado de ellas, pero que sin embargo condicionan su obrar sin que el sujeto se dé cuenta. Aunque es un concepto psicoanalítico usado principalmente para personas, también se puede usar para los pueblos. Por ejemplo, para tratar explicar el terrible desastre de lo que acontece en Gaza se puede acudir a la sombra colectiva de Israel y el pueblo judío, eso es: el horror del Holocausto. Como dijo el intelectual palestino Edward Said, autor de “Orientalismo”, “Nosotros somos las víctimas de las víctimas”.Cuando esta sombra no se ha integrado en la personalidad se manifiesta patológicamente en forma de proyección, negación y otros mecanismos que distorsionan la percepción de la realidad.
Con respecto a la sombra colectiva de Catalunya, me resultó iluminador este artículo de Jordi Pruneda de 2011.Para resumir, según su diagnóstico, la sombra de los catalanes es la cobardía, el victimismo y el resentimiento. Hay buenas razones para pensar que no es un diagnóstico equivocado. No sé si habrá otro pueblo que, cuando su burguesías a partir del XIX empezaron a inventar sus mitos nacionales fundacionales, eligieran como fiesta nacional una derrota militar, el 11 de septiembre. Sin embargo, para explicar mejor esta sombra catalana hay un acontecimiento mucho más terrible que la Guerra de Sucesión –eso queda muy lejos- y las tres guerras civiles (carlistas) del S.XIX, me refiero a las tensiones sociales de la primera mitad del s XX y sobre todo la Guerra Civil de 1936-39. La victoria de los “nacionales” arrasó con cualquier vestigio de autogobierno catalán y su cultura. Cuando el régimen surgido de esa victoria estaba consolidado, encargaron a la Gestapo capturar al President de la Generalitat en el exilio –ya no le quedaba ningún poder- para llevarlo a Barcelona y fusilarlo. Baste este pequeño ejemplo como muestra del régimen de terror que se impuso durante lustros sobre los catalanes (aunque hubo una parte –la alta burguesía y los católicos que habían sufrido persecución- que agradecían a Franco que hubiera acabado con los rojos marxistas).
Esta sombra catalana –cobardía, victimismo, resentimiento- todavía está activa, no se ha sanado completamente. Sin pretender homologar experiencias dispares, recuerda un poco el victimismo del Estado de Israel: nunca se percibe a sí mismo como agresor. (La sombra del Holocausto está demasiado activa. Su percepción es que tienen que defenderse de unos bárbaros que los quieren echar al mar, los mismos bárbaros que mandaron a sus abuelos a la cámara de gas, los de los Pogromos y quizás hasta los de las matanzas medievales en las juderías). Los catalanes tampoco nos percibimos a nosotros mismos como victimistas, puesto que podemos ofrecer mil y una razones para demostrar que se nos trata mal. Lo peor de todo es que verdaderamente sí hay razones que muestran maltrato por parte del Estado en la cultura, la educación, la economía y más. Este maltrato real, sin embargo, no absuelve la actitud victimista que está activa en los catalanes como sombra. Cada vez que el Estado saca una ley restrictiva (por ejemplo, llamar LAPAO al catalán de Aragón, la ley Wert… con el unionismo del PP los ejemplos son incontables) se activa un terror guardado en la sombra inconsciente “¡Quieren acabar con nosotros!”. Algunos hasta ya vislumbran los tanques del general Yagüe entrando de nuevo por la Diagonal para ocupar Catalunya.
El victimismo tiene buena prensa en el nivel Verde, pluralista sensible. La reivindicación de las diferencias, propia de este vMeme, frente a la actitud más homogeneizadora del frío Naranja racional-tecnológico, y no digamos del Azul/Ámbar absolutista, propicia que este Verde, que ha reivindicado derechos para las minorías excluidas (por ejemplo: gays, mujeres, emigrantes...) se vista con el victimismo para así justificar derechos especiales sin deberes. Es la cultura del narcisismo y de la queja: “yo no soy responsable de mi sufrimiento, alguien –un malvado opresor- tiene que serlo”. Algo que sobre todo enerva al Azul/Ámbar, cuya estructura de conciencia se construye sobre los deberes individuales, no sobre los derechos.
Para que el victimismo pueda jugar su juego, la víctima necesita de un victimario: el “malo” que la perjudica. Desde el catalanismo, este papel siempre se le ha asignado a “Madrit”. Algunos autores ven el juego del victimismo como un triángulo en que además de la víctima y el agresor entra también el “rescatador”; no sé si este papel, desde el contencioso unidad/secesión, se reserva a la “comunidad internacional”, pero tengo mis dudas de que funcione. Desde la instauración de la democracia, el juego “victimismo catalanista / Madrit opresor malo” ha funcionado bastante bien, un juego de sombras proyectadas que pienso que merece un análisis más extenso que éste. Hasta ahora este juego ha estado al servicio de ambas partes. Desde el victimismo catalanista, que es de lo que ahora tratamos (ya intentaremos explorar más la sombra del unionismo español, una de cuyas aristas es un pasado criminal –fascista- que infatigablemente se ha tratado de velar), ha servido para estimular las características asociadas al mismo: resentimiento, cobardía, reactividad y sobre todo, la elusión de responsabilidades, puesto que la culpa está fuera. Estos días, con el “escándalo Pujol”, los medios nos han recordado aquella política caracterizada por el peix al cove.
Lo que me llama la atención del actual proceso soberanista es que parece que en gran medida ha abandonado el victimismo. Quizás sea por la ascensión de generaciones más jóvenes que ya han dejado atrás la sombra de la Guerra Civil y creen de verdad en los valores democráticos. Ya no hay tanta queja ni lamentos de incomprensión, se ha pasado de la reactividad a la proactividad con una propuesta constructiva –y también muy arriesgada: construir un Estado propio integrado en la UE. Como ya he dicho en mi tesis, un planteamiento Naranja (técnico-racional): “el Estado es ineficiente, vamos a hacer el nuestro que funcionará mejor”. Y lo que me resulta muy curioso es ver al unionismo tan descolocado ante esta propuesta. Veo como muchos medios todavía están anclados en aquel binomio “catalanes lloricas y pedigüeños / Firmeza del Estado para asegurar la igualdad [uniformidad]”, como si esto del soberanismo no fuera más que una versión actualizada del conocido “chantaje catalán”. En otras palabras, parece que tengan añoranza de los tiempos autonomistas de Pujol, al que entonces tanto criticaban, y todavía crean que sólo se está pidiendo un poco más de peixet. Aquel juego de la proyección mutua de sombras que alimentaba a ambos ha cambiado sus reglas, al menos en el sentido de que ya no es peixet lo que se pide. Lo que no ha cambiado tanto me temo que es la sombra, que todavía está muy activa, enraizada básicamente en el sufrimiento generado por la Guerra Civil

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