En este blog hemos
defendido que las posturas del soberanismo estaban más evolucionadas
que las del unionismo. Nuestra tesis es que el soberanismo
tradicionalmente se veía apoyado desde la estructura
sensible-pluralista Verde -que no es la mayoritaria en nuestra
sociedad- y sólo consolidó su éxito cuando incorporó los valores
logro-racional del estadio anterior al Verde, el Naranja. En otras
palabras: «tengamos para nosotros un Estado (catalán) más
eficiente, porque el que ahora tenemos (español) no nos
sirve». Es el proceso político que se desencadenó con el
fracaso del Estatut conjuntado la crisis económica.
La respuesta del
Estado y del unionismo, al estar profundamente anclada en los valores
Ámbar/Azul, ha generado un conflicto entre las dos posiciones que no
ha hecho más que crecer. Como explica la Teoría Integral (véase el
texto de Ken Wilber arriba a la izquierda de este blog), cada
estructura de conciencia ve el mundo desde su propio nivel y no puede
ver a la otra desde dentro.
Sin embargo no todo
el soberanismo está más evolucionado. Un ejemplo es este cartel que
se ha visto colgado por las calles. En otros posts ya hemos
argumentado como en este conflicto está actuando una sombra
colectiva no reconocida de Catalunya y España. El mecanismo de
proyección de la sombra contra «el otro» funciona a toda máquina,
y a medida que se acerca el choque institucional entre las dos
legitimidades, emociones como el miedo y la ira, habitualmente a buen
recaudo en la sombra, empiezan a proyectarse sobre el «otro» con
más virulencia.
En este caso se
parte de algo muy propio del nivel Verde: las heridas causadas por el
franquismo en la conciencia colectiva catalana. Un poso de terror,
miedo e impotencia que no se ha limpiado (una impotencia que ha
alimentado el clásico victimismo catalán, típica sombra delcatalanismo de la que ya hemos hablado). Por supuesto que no ha
ayudado a limpiar la falta de reconocimiento por parte de los
herederos del franquismo del dolor que ha causado mantener España
unida. En el nivel Verde, sin embargo, las «políticas de la
identidad» típicas del pluralismo postmodernista están
exacerbadas. Una de las características de esas «políticas de la
identidad» postmodernas es el victimismo para eludir la
responsabilidad individual. En el estadio anterior al Verde, el
Naranja, un aspecto nuclear es el logro individual. En su ansia de
diferenciarse del Naranja, el Verde subraya lo estructural que
subyace en lo individual («lo personal es político» suelen
decir). Estas «políticas de la identidad» postmodernas son aún
más diferentes de la sólida identidad del unionismo español,
basada en los valores Azul/Ambar que tiene como núcleo las reglas
claras y la represión de los impulsos egoístas.
El soberanismo ve en
el referendum del 1-Oct como una oportunidad de dejar atrás la
rígida estructura Ámbar del actual Estado. Por un lado, por su
ineficiencia económica (lo que se ha venido a llamar la «casta
extractiva», «capitalismo de amiguetes», «empresas del BOE»,
etc), es decir una evolución hacia Naranja sano. Por otro lado, por
su nacionalismo uniformizante («aquí nadie es especial») que tan
mal tolera la diferencia, en este caso la lengua y cultura catalanas:
una evolución hacia el pluralismo Verde. Es un proyecto evolutivo que ha
ilusionado a gran parte de la sociedad catalana.

Lo más paradójico
es que este cartel lo ha promovido sectores de la ultraizquierda
claramente identificados con las «políticas de la identidad»
postmodernas (feminismo, antitaurinos, etc) y los que más se han
ofendido precisamente han sido los otros sectores de la
ultraizquierda cuya pureza Verde de sus «políticas de la
identidad» les impide contaminarse y participar en un
proyecto político que incluya a la derecha burguesa Naranja del
PDCat. Són los aspectos que caracterizan el vMeme Verde insano: al
haber emergido a partir de los valores Naranja, en lugar de
incluirlos, se quiere desidentificar tanto de ellos que los rechaza y
entonces cae en una regresión Roja o Ámbar
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